viernes, 23 de agosto de 2013

Manola Gracia Martínez




EXPOSICIÓN


Recuerdo y Homenaje




* * * *



Manola Gracia Martínez

Manola -como prefiere que la llamen- nació en Barcelona, de padres aragoneses. Desde los dos años hasta los siete vivió en Alhama de Aragón. Desde entonces, siempre ha residido en Calatayud, salvo un largo periodo que transcurrió en Dublín, Londres y París. Antes de su “jubilación”, compartía sus tareas de ama de casa con su afición a pintar cuadros y a coleccionar sellos. También daba clases de inglés. Ahora sigue pintando, y su relación con la Literatura se limita a la lectura -le apasionan los temas esotéricos y de ciencia-ficción- y da clases de yoga a sus compañeros del Centro de la Tercera Edad al que pertenece; y aprovecha todas las oportunidades que tiene para viajar y conocer nuevos lugares y gentes, con permiso de nuestros cinco nietos.

En 1992 tuve oportunidad de darle una buena sorpresa, valiéndome de la “Presentación” del poemario Sendero de recuerdos, que se celebró en nuestra casa de Marivella, en la explanada de la piscina, a la que bauticé pomposamente como “Auditorio Torrevicor”, por tener la sierra de Vicor enfrente, cerrando el paisaje. Y para darle mayor verosimilitud y realce al acto, el programa que imprimí rezaba:

“Centro de Estudios Bilbilitanos. Filial de la Institución ‘Fernando el Católico’. Sábado, 9 de mayo. A las siete de la tarde. PRESENTACIÓN del poemario Sendero de recuerdos. Intervendrán: Blanca Langa, Luis Andrés y Antonio Sánchez Portero. Al finalizar el recital se servirá un vino. Se ruega puntualidad. Calatayud, mayo, 1992.”

La anfitriona, sin saber lo que se estaba cociendo, estuvo más de una semana de uñas, perturbada por los preparativos del acontecimiento, y protestando por el jaleo “gratuito” que intuía se le venía encima como ama de casa, sin “comerlo ni beberlo”, especialmente la víspera y el día del evento, cuando acudieron nuestros hijos, nueras, yernos y se agudizaron los preparativos con gran despliegue de medios para instalar micrófonos, cámaras, mesas y sillas, y el gasto del ágape, que no era moco de pavo, a pesar de que insistí en que el gasto lo pagaba la entidad organizadora. Me las vi y me las deseé para templar su ánimo y evitar un serio conflicto familiar.

Asistieron algunos vecinos de los chalés cercanos, amigos y familiares, juntándonos cerca de cuarenta personas. Voy a procurar, con la mayor brevedad posible, contar este episodio. Yo me senté junto a Manola, bajo un frondoso árbol de paraíso, de forma que pudiera observar sus gestos. Comenzó Luis, desde la improvisada tribuna, justificando el acto, dando a entender, aunque sin decirlo expresamente, que el libro era de Blanca, y que ella, por modestia, prefería que se presentara en la intimidad. Otro motivo -dijo- viene determinado por el cumpleaños de Manola, a la que deseamos felicidades con este recital y luego le cantaremos el “Cumpleaños feliz...”. Tras algunas disquisiciones y comentarios sobre la poesía de Blanca -que es muy estimable y he recogido en un capítulo de esta Antología-, le tocó el turno a la propia Blanca.

Agradeció de antemano el interés que le íbamos a prestar. Dijo que aunque sus versos no tenían ningún valor, estaban escritos con el corazón y quería dedicárselos a su querida amiga Manola. El primero y el tercer poema los recitó ella; el segundo y el cuarto, Luis: todos eran de Blanca, quien leyó el quinto poema.

Yo, que no quitaba ojo a Manola, vi que hacía con la cara gestos raros, en los que predominaba la sorpresa. Se envaró, prestando especial atención a lo que se leía. Se removió inquieta, como si se sintiese molesta o perturbada por algo... El verso que se estaba recitando le sonaba..., ¡como que era suyo!

Durante el siguiente poema, leído por Luis, parece que Manola recobró la calma: era de Blanca. Cuando ésta leyó el siguiente poema, coincidiendo con las primeras estrofas, Manola puso cara de bobalicona, que desembocó en asombro primero y luego en estupefacción, y al poco, no pudiendo aguantarse más, balbuceó: “ -Eh, eh..., pero si ese poema...”

Nuestra hija, que estaba a su lado, aleccionada, le dio con el codo y le chistó con el dedo en los labios. Se armó cierto revuelo. Y Luis, que estaba esperando esta situación o alguna parecida, intervino con porte serio: “-Por favor, señores. Se ruega no interrumpan. Puedes continuar, Blanca.”

Y Blanca continuó recitando poemas de Manola, quien por unos instantes deseó ser invisible para dejar de convertirse en el polo de todas las miradas. Un halo mágico se desflecó en el ambiente, tocando la fibra sensible de los espectadores convertidos en actores cómplices. De unos, porque conocían el motivo; de otros porque en alguna medida lo intuían y ahora lo confirmaban. La mirada que me dirigía Manola estaba cargada de sorpresa tanto como de reproche y al mismo tiempo de agradecimiento. Sus versos le sabían a nuevos, como si en vez de ella los hubiese escrito un duendecillo, sonándole a música de querubines, mientras se esforzaba por contener las lágrimas.

Antes del último poema, advirtió Luis: “Si os ha complacido el recital, os ruego reservéis los aplausos para el final, después de que Antonio pronuncie unas palabras, con las que se cerrará este acto. Y lo que hice fue leer la “Presentación” del libro, de Senderos de recuerdos, que reza así:

“La poesía no necesita ser explicada; pero es imprescindible que estos versos vayan acompañados de una aclaración. Fueron escritos a impulsos de un aliento juvenil, sin otra pretensión que la del placer de crearlos para recreo propio. Y tal como surgieron al papel, con su frescura y virginidad intactas, apenas empañadas por un ligero retoque perfeccionista, reposaban olvidados en el limbo de la paz, condenados irremisiblemente a permanecer en la sombra de los proyectos difuminados.

Su autora no ha sabido que se iban a publicar. Lo sabrá cuando tenga este librito en sus manos. Y verá su obra tal como la creó, con sus defectos de poeta incipiente; pero con la virtud de algo puro y entrañable, que incluso creía desaparecido.

Publicando estos poemas, quiero darle una sorpresa, y acaso, creo, una satisfacción. Deseo también pagar una deuda; sí, una deuda nunca reclamada, por no haberla incluido en Noticia y antología de poetas bilbilitanos. El único motivo de su exclusión, porque algún mérito tenía (no menos que otros poetas que ahí están), es el de que era mi esposa. Pequé por exceso de escrupulosidad. Y acaso la privé del estímulo que hubiera necesitado para seguir volcando al papel su sensibilidad, su delicadeza y su lirismo.

Empezó a escribir -porque le salía de muy adentro-, cuando tenía quince años, y dejó de hacerlo cuando nos casamos, en 1963. Desde entonces sólo ha creado tres poemas, tres composiciones de carne y hueso que andan por el mundo, que son nuestros hijos, y que se llaman Alberto José, Óscar Luis y Sara María. ¡Ah!, y el poema inacabado de acompañarme, y de aguantarme, y de hacerme feliz.

Estoy seguro de que si se le preguntara que a quien quiere dedicarle estos poemitas sin pretensiones, rescatados del olvido, diría que a sus hijos, y a mí, a su marido, que espera con impaciencia el momento de ver qué cara pone cuando se encuentre este librito en las manos y lea estas líneas dictadas por el amor.”

Lo que sigue, cualquiera se lo puede imaginar. Manola se deshizo en un mar de lágrimas. Y no fueron los únicos ojos que se humedecieron. Nos fundimos en un interminable abrazo. La sorpresa me había salido redonda. Alguien comentó que no tenía precio para jefe de espías. Y fui muy feliz viendo a Manola firmar la mayor parte de los cincuenta ejemplares que habíamos “editado”, con todas las del veri e incluso con fotografías en color.

Ya sólo queda ofrecer una muestra de la poesía de Manola Gracia:


      AUSENCIA DE TODO

     Aquí estoy, me he tumbado
para ver pasar el tiempo;
sobre la tierra mojada
se mira mejor el cielo.

     Yo sé que allá, muy arriba
no hay ni tristeza ni duelo,
tan solo azules y blancos
son todos los pensamientos.

     Y aquí abajo, a solas
¾no, contigo¾, pasa el tiempo;
uno, cien, mil y muchos más,
pero me falta tu aliento.
     Tampoco tengo tus ojos,
ni tus manos, ni tus besos,
pero aunque no estés cerca,
¡ay qué cerca te tengo!
     Por eso me he tumbado aquí
para ver pasar el tiempo
y guardar en mis pupilas
todo el azul de tu cielo.

     DESEOS

     Yo quisiera ser agua de río
y recorrer su cuenca hasta el mar
y entre las olas volverme a elevar
y al llover, ser agua de otro río.

     Yo quisiera ser viento tranquilo
y en huracán las nubes alcanzar;
confundirme entre el humo y espirar
y ser de nuevo viento tranquilo.

     Me gustaría ser verde hoja
y brotar humilde en primavera
como adorno de una flor roja.

     Quisiera ser ave mensajera
y llevar mi mensaje hasta la aurora,
serlo todo o nada... Espera...

     FLOR NACIDA DEL AMOR

     Nace una flor en tu mente
y en tu pecho le das vida,
le das calor con tu aliento
y con tus manos la acaricias.

(Texto trascrito del Capítulo XVIII de Segunda noticia y antología de poetas bilbilitanos.)

* * * *

Exposición de Acuarelas, Óleos, Taraceas, Dibujos, Repujados, Encuadernaciones y Fotografías digitales.


* * * *

En el reverso de un impreso de Avon Cosmetics S.A., empresa de la que fue distribuidora durante una temporada, escribió este poema, con bolígrafo verde, con palabras tachadas y corregidas (muy pocas), y no lleva título; pero le he puesto uno. Es el último poema que escribió Manola Gracia, cuya copia manuscrita se muestra en la Exposición:

¿Qué habrá más allá?

Yo también me preguntaba
en mis jóvenes años
qué había tras las montañas,
y más allá de los ríos
y del mar y las estrellas.

Yo también buscando, andaba,
qué habría tras de sus ojos,
qué tras sus cálidas palabras,
qué tras el tacto de sus manos,
y tras el camino que impaciente pisaba.
Sí, yo también tenía dudas.
Sí, yo también tenía prisa,
quería abrir lo que estaba a oscuras,
quería saber lo que se llevaba la brisa,
quería despejar de un solo golpe la bruma.

Todo llegó a su debido tiempo,
y supe qué había tras las montañas,
el río, el mar, las estrellas.
Pude encontrar otros pueblos,
otras gentes, otras cálidas palabras.
Se acabaron las dudas.
Se acabaron las prisas.
Se despejaron las brumas.
Soplaron otras brisas…

Se multiplicó la dimensión de mi alma.
El gozo, la dicha, subió a mi garganta.
Cómo crece ¡Dios! , y cómo duele el amor
que por los hijos se siente, ¡se agiganta!

Es felicidad, es grandeza, es inquietud,
maravilla es, mayor que volar.
Es superior a viajar por el espacio,
es sentirse más que toda una galaxia,
es poder ver todos los colores del arco iris,
es multiplicar todas esas  nuevas vidas
que el cielo puso en mis limitadas manos.

Es ver crecer mi sangre en otras venas,
es ver crecer otros seres que yo he traído,
es formar almas puras, sanas, buenas…´
es retener la respiración, es lanzar un suspiro,
es llorar si ellos lloran, y sufrir por su dolor.
Es reír con sus risas y enseñarles su camino.

Ya se hicieron hombres, ya sueltan mi mano,
ya se alejan, y extiendo mis brazos.
Ya quieren volar, ya tienen prisa,
ya quieren saber qué hay más allá
de la montaña, el río y la brisa;
qué hay más allá, al otro lado del mar.
Y después, ¿qué habrá después?,
me sigo preguntando, ¿qué habrá más allá?
 
* * * *

La propia Manola en su diario, en el que recogía sus vivencias y recuerdos, nos cuenta cómo y cuándo comenzó a pintar:

3 de octubre de 2005
El cuadro que estoy terminando es acuarela. No había hecho acuarelas desde hace un montón de años, cuarenta y cinco años por lo menos. Recuerdo en aquel tiempo, cuando mi madre falleció, que yo estaba sola; y recuerdo a Lolín Yagüe, que venía a pasar un rato conmigo. Era una chica muy agradable y de buen corazón. Era hermana de José Luis, el marido de Esperanza Montón, hermana de mi cuñado Waldo. En estos días se habían casado mi hermana Pili y Waldo, y estaba de viaje, por eso yo estaba sola.

Hablando con Lolín le dije que siempre había tenido el deseo de pintar, pero no había tenido ocasión de hacerlo, ya que desde muy temprana edad había tenido que trabajar, y me imaginaba que obtener lo suficiente para pintar sería muy caro, así que nunca puse de manifiesto este deseo.

Entones, Lolín, me ofreció sus pinturas. Al día siguiente, me trajo todo lo necesario y me enseñó cómo pintar. Recuerdo que fue una gran felicidad para mí. Disfruté muchísimo, me sentía como un niño con su juguete preferido. ¡Qué ilusión! Por fin iba a pintar. Hice muchos cuadritos. Me parecía un sueño. Yo sola iba dándome cuenta de lo que se lograba sólo con cambiar la intensidad del color. Sólo un año más tarde fui capaz de hacer un retrato de mi sobrino César. Me sentía realmente feliz y orgullosa de mis obras conseguidas. Todavía no lograba creer que estaba realizando el mayor sueño de mi vida.

Siempre recordaré un gran cuadro. Me quedó magnífico. Por entonces estaba preparando viaje a Dublín, y ese cuadro lo guardé bien, en el armario de mi madre, y debajo de unas cajas, pero cuando regresé, ese cuadro había desaparecido, y nadie supo darme razón de él. Siempre creí que alguien lo habría sustraído. Mi hermano Pili era muy descuidada a este respecto, y tenía personas en casa para hacerle la limpieza, y tal vez no fueran muy seguras, o tal vez Pili lo regaló a alguien y nunca me lo dijo. Sea lo que fuere, nunca recuperé el mejor cuadro de acuarela que hice en aquella primera etapa de mi vida artística. ¡Una gran pérdida que lloré!



 30 mayo de 2007
Sigo pintando con acuarela, le voy cogiendo el pulso, solo que el papel no es del todo bueno, y no se puede hacer ninguna corrección. Últimamente estoy haciendo la portada de una catedral, es muy difícil, me está costando mucho, hace falta mucha concentración, mucho pulso y buena vista. Es la portada de una catedral, no sé cual es, pero espero descubrirlo. Llevo tres meses con ese trabajo, haciendo un poco cada día,solo durante dos horas; no aguanto más, necesito demasiada atención, los detalles son infinitos y minuciosos. Para mí es como un reto, saber si soy capaz de hacer algo más. Bueno, lo estoy consiguiendo.

4 de junio de 2007
¡Por fin! He terminado la acuarela, está muy bien, aunque hay algunos errores que no se pueden corregir. El día 16 montaremos la exposición, tengo cuatro acuarelas nuevas, “La balsa de Valdehurón”, “El barrio de Consolación”, “Vista de torres y San Roque” y “Fachada de la catedral”. También he pintado dos cuadros al óleo, uno es “Irene en el jardín”, una composición de varios espacios reunidos; el otro es un pequeño bodegón.

Lunes, 25 Junio 2007
El sábado día 16, llevamos los cuadros a la sala del Capitol. Mi cuadro de la Catedral llamó poderosamente la atención, gustó mucho. Claro que el resto de mis trabajos quedaron sin ningún interés, y también eran bonitos.

24 de septiembre de 2007
Hoy empezamos nuestras clases en el Centro de Día. La gran sorpresa ha sido que por la tarde, en la clase de Pintura, hemos tenido de nuevo a nuestro maestro Juan Nadal. Ha sido un una alegría poder contar otra vez con él. Estuvimos solo cinco alumnos, así que fuimos bien atendidos y el pintor se encontró muy feliz.

29 diciembre 2007
A Blanca y Alberto les hice un porta-retratos de estaño repujado; a Sara le hice una acuarela de la gata “Cuca”. Me resultó más difícil que la portada de la Catedral. Sara, que no se esperaba este cuadro, se emocionó más de lo que yo podía imaginar.

El Domingo, 1 de junio de 2008
San Iñigo, había misa en San Andrés, como todos los años, en homenaje a los matrimonios que hacen sus bodad de oro. Después de misa pasamos al Capitol para la inauguración de nuestros trabajos, y como siempre, había cosas preciosas. Yo tenía en esmaltes solo un cuadrito de Miró. En fotografía digital, una fotografía de papá en Granada, y en pintura un óleo de Rembrand, “Niñas tocando el piano”, y una acuarela, un detalle de la portada de Santa María – San Pablo–, que la gente creyó que era una lámina. Tuve que ir explicando a quien conocía que no era una lámina, sino una pintura con acuarela, entonces algunas personas volvieron a interesarse y a mirarla con otro interés.


Portada de la Colegiata de Santa María - Calatayud.

Óleos y esmalte.

Arco de San Miguel y Plaza del Olivo al fondo.